Llevo ya demasiados años de amor y
desamor con las nuevas tecnologías como para tener certezas al respecto de la competencia
digital. Empecé en el año 1986 todavía con grandes maquinas y tarjetas
perforadas en el C.S.I.C. para trabajos que hoy realizaría cualquier móvil. En
el despacho usábamos los famosos Amstrad
y los ZX Spectrum con sus discos floppy de 5,25 y desde entonces hasta aquí,
sigo curioseando sin pausa y fascinado ante las nuevas tecnologías. Por ello,
si algo he aprendido en tantos años usando
las nuevas tecnologías aplicadas (a la educación, a la gestión, a la
investigación) es cómo acomodar el ritmo
vertiginoso de las novedades y de la variedad inmensa de posibilidades
abiertas siguiendo una serie de pautas que me han ido bien y que, ahora comparto
con vosotros. Es preciso:
- Mantenerse continuamente bien informado de las novedades pero sin estar a la vanguardia. Es mejor dejar que los especialistas avanzados comprueben bien el uso de las herramientas antes de incorporarlas a nuestro día a día.
- Aprender el uso sólo de aquellas herramientas y aplicaciones de las que vayamos a sacar aprovechamiento.
- Aprender directamente de quien conoce bien la herramienta. En directo siempre es lo mejor o sino por medio de tutoriales específicos. No es aconsejable perder el tiempo trasteando hasta dar con la tecla.
- No pretender ser exhaustivo en el conocimiento de todas y cada una de las aplicaciones. Podemos albergar mucho conocimiento inútil que nunca vamos a aplicar.
- Pero, cuando surge una necesidad, buscar la mejor herramienta y aprovechar al máximo esa aplicación.
- No cambiar de herramienta y aplicación hasta estar seguro de que existe una alternativa más fácil y mejor.
- No tener miedo a aprender por uno mismo y resolver los problemas cuando se presentan sin esperar a que nadie los solucione.
También,
os adjunto el cuestionario de autoevaluación con algunas observaciones que lo concretan
y matizan. Como fruto de la reflexión a la que me han conducido, no me puedo
resistir a compartir con vosotros algunas de las inquietudes que me preocupan
desde hace días con respecto a este curso. Empiezo con una anécdota.
A
principio de este curso escolar surgió en el profesorado de mi centro de la
Comunidad de Madrid la inquietud y la necesidad de formarse en la evaluación de
las competencias básicas en el aula y cómo se podían incorporar las NTIC para
ello. Elegimos el modelo de formación más adecuado a un grupo de profesores
estables en el centro que era un curso de formación en el propio centro. Por
tanto, necesitamos de ponentes para su puesta en marcha con el fin de elaborar
recursos prácticos para su aplicación en el aula. Para encontrar ese ponente
utilizamos los canales habituales del CTIF sin mucho éxito. De modo que se me
ocurrió usar una de las comunidades virtuales de las que soy asiduo para pedir
ayuda y colaboración e incluso me puse en contacto con un hangout con uno de los mentores de este mismo curso MOOC en el que
ahora participamos. No sólo no me dirigió hacia ninguna persona en concreto
sino que me contestó: Tú.
¡Cáspita!¡Lo último que me
esperaba! Primero, me lo tomé como una
falta de respeto, luego como una "boutade". Pasado el susto, me lo
tomé en serio. Diagnóstico: Incomunicación digital. Me di cuenta que había
demasiado ruido en el canal para que se produjera comunicación. Ni mi
interlocutor había entendido correctamente el contexto real de dónde surgía mi
demanda. No era consciente de ese contexto contradictorio en que se produce específicamente
la formación del profesorado de la educación pública en la Comunidad de Madrid:
desaparición de los Centros de Formación del profesorado, disminución de la
oferta formativa general y, más aún, de la específicamente válida para
acreditar para el sexenio, empeoramiento de las condiciones de trabajo en los
centros y el aumento de la insatisfacción y del desánimo del profesorado. Ni yo
era consciente de que un profesor de universidad, mentor del INTEF, inmerso en
la bandera de la ruptura con los modelos pedagógicos establecidos y residente
en otra comunidad autónoma, no tenía otra respuesta posible que no fuera la
autoformación y la extensión de la red formativa, incluso como forma de
aceptación de la responsabilidad y el compromiso con otras formas de docencia.
No
obstante, su respuesta era inviable para nosotros por varios motivos. La
primera de carácter ético. No es posible enseñar una nueva manera de trabajar
por competencias (diseño, desarrollo de actividades y evaluación) si no es a
través de una experiencia contrastada y exitosa, que no es el caso. Otra de
carácter estratégico esta propuesta de formación no sólo va destinado a
convencidos, sino a desafectos y descreídos por lo que es necesario que, desde
el principio, se ofrezca como referencia ejemplos de funcionamiento en centros
educativos externos y reales que sirvan como modelo para visualizar
experiencias factibles de desarrollo de otras estrategias educativas en el
aula. Desde luego, que no es el momento de profundizar sobre las razones de la
reactividad de una parte del profesorado hacia propuestas didácticas no
tradicionales, pero haberlas, las hay. Y, otra de carácter práctico, no se ajustaba
a las condiciones de esa acción formativa en concreto.
Aceptado esto, me lo tomé como un
reto personal. Tomé conciencia de dos hechos notables. Mi formación didáctica
sobre estas técnicas de enseñanza-aprendizaje era autodidacta y carecía de método.
Mi práctica docente con ellas era irregular, no siempre satisfactoria,
profundamente individualista y, en ningún caso, modélica. Así que decidí
plantearme la propuesta de autoformación a través del MOOC de Aprendizaje
basado en proyectos. Desarrollado el ecuador del curso, he descubierto que si
bien mi formación era más sólida de lo que creía no obstante el seguimiento de
pautas claras y establecidas me han sido muy útiles. He tomado clara conciencia de la necesidad de prever los problemas
prácticos en el trabajo del aula. Con respecto al curso, dada la autoevaluación
de la competencia digital que acabo de realizar podréis observar que no he
tenido que dedicar apenas tiempo a explorar las aplicaciones que se requerían
para determinadas tareas y actividades. Sin embargo, os aseguro que le he
dedicado no sólo más de 40 horas a este curso sino incluso del doble y muchas
más. De hecho, me debato ante la insatisfacción de dejar inacabadas las tareas
e incluso de no desarrollar las ideas tal cual se me ocurren por falta de
tiempo.
Desde
estas reflexiones, me planteo si somos realmente conscientes de que este tipo
de formación solo es factible y accesible a una parte del profesorado,
precisamente, la más entregada y comprometida con la actividad docente. Y que además,
se nos pide un ejercicio de apostolado misionero fuera de las expectativas
razonables de nuestros centros.
Y,
por si fuera poco, no puedo resistirme a dejar de reflexionar hasta qué punto
esta tipo de formación online individual, pese a las comunidades virtuales y
pese a las búsquedas de avales y socios, contrasta con la necesidad de partir
de los grupos de trabajo de profesores estables en los centros, hasta qué punto
es sólo una medida más que contribuye a
los ahorros de la administración educativa, hasta qué punto no contribuye a la desaparición
del carácter de referencia e integrador de proyectos de INTEF ( Véase por
ejemplo las sugerentes reflexiones de: INTEF:
Disuélvanse y depongan las armas, Carta
abierta a los responsables del INTEF), hasta qué punto no es un paso más en
la estrategia de desprofesionalización del profesorado para cuya formación son
necesarios más credos que pedagogías, un paso más en la estrategia de
desprestigiar a un profesorado que para formarse necesita una multitud de
requisitos inalcanzables para la mayoría, al tenor de lo que dice nuestro
ministro y su pareja. Os pregunto si estamos creando una élite del profesorado
autocomplaciente y autosatisfecha al
margen de la realidad de nuestros centros y de la práctica educativa realmente
posible. ¿Es posible que cierto vanguardismo elitista nos aleje de nuestra
profesión? Y, sobre todo, ¿es posible que creemos una profesión a dos
velocidades, donde se abandone a la intemperie profesional a la mayoría del
oficio?
Parafraseando a León Felipe:
Lee todo en: ROMERO SÓLO - Poemas de León Felipe http://www.poemas-del-alma.com/leon-felipe-romero-solo.htm#ixzz30fjjOVdL
Parafraseando a León Felipe:
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para dar clase
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un profesor.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Lee todo en: ROMERO SÓLO - Poemas de León Felipe http://www.poemas-del-alma.com/leon-felipe-romero-solo.htm#ixzz30fjjOVdL
Estoy totalmente de acuerdo con tu reflexión.Yo me encontré con la papeleta de que habían desaparecido más de la mitad de los cursos que ofertaban habitualmente en esta segunda convocatoria, amén de haber retrasado las fechas poniendo un anuncio que en breve se abriría la inscripción,falso también y aparte de haber cambiado el acceso,etc.LLegué a la misma conclusión la administración ahorra pero a costa nuestra.les mande mi opinión y lo único que me indicaron era la nueva forma de acceder a través de la página del ministerio "sospechoso", nada del INTEF, y nada sobre mis quejas.
ResponderEliminarLa relaciones virtuales son muy satisfactorias para la administración. Cuando hay descontento, es fácil de obviar. Silencio. No es necesario dar la cara. La fragmentación del discurso, la tendencia a la incomunicación, el aislamiento y el individualismo propios de las nuevas tecnologías no son fáciles de contrarrestar. Por muchas redes sociales que les eches. La contestación tiene que seguir siendo la de siempre colectiva, comprometida, contundente y sonora. Para muestra, nuestro clavo.
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