La escuela

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sábado, 3 de mayo de 2014

Los comandos de élite y la desprofesionalización de la enseñanza

             Llevo ya demasiados años de amor y desamor con las nuevas tecnologías como para tener certezas al respecto de la competencia digital. Empecé en el año 1986 todavía con grandes maquinas y tarjetas perforadas en el C.S.I.C. para trabajos que hoy realizaría cualquier móvil. En el despacho usábamos los famosos Amstrad y los ZX Spectrum con sus discos floppy de 5,25 y desde entonces hasta aquí, sigo curioseando sin pausa y fascinado ante las nuevas tecnologías. Por ello, si  algo he aprendido en tantos años usando las nuevas tecnologías aplicadas (a la educación, a la gestión, a la investigación) es cómo acomodar el ritmo  vertiginoso de las novedades y de la variedad inmensa de posibilidades abiertas siguiendo una serie de pautas que me han ido bien y que, ahora comparto con vosotros. Es preciso:
  • Mantenerse continuamente bien informado de las novedades pero sin estar a la vanguardia. Es mejor dejar que los especialistas avanzados comprueben bien el uso de las herramientas antes de incorporarlas a nuestro día a día.
  • Aprender el uso sólo de aquellas herramientas y aplicaciones de las que vayamos a sacar aprovechamiento.
  • Aprender directamente de quien conoce bien la herramienta. En directo siempre es lo mejor o sino por medio de tutoriales específicos. No es aconsejable perder el tiempo trasteando hasta dar con la tecla.
  • No pretender ser exhaustivo en el conocimiento de todas y cada una de las aplicaciones. Podemos albergar mucho conocimiento inútil que nunca vamos a aplicar.
  • Pero, cuando surge una necesidad, buscar la mejor herramienta y aprovechar al máximo esa aplicación.
  • No cambiar de herramienta y aplicación hasta estar seguro de que existe una alternativa más fácil y mejor.
  • No tener miedo a aprender por uno mismo y resolver los problemas cuando se presentan sin esperar a que nadie los solucione.
              También, os adjunto el cuestionario de autoevaluación con algunas observaciones que lo concretan y matizan. Como fruto de la reflexión a la que me han conducido, no me puedo resistir a compartir con vosotros algunas de las inquietudes que me preocupan desde hace días con respecto a este curso. Empiezo con una anécdota.
            A principio de este curso escolar surgió en el profesorado de mi centro de la Comunidad de Madrid la inquietud y la necesidad de formarse en la evaluación de las competencias básicas en el aula y cómo se podían incorporar las NTIC para ello. Elegimos el modelo de formación más adecuado a un grupo de profesores estables en el centro que era un curso de formación en el propio centro. Por tanto, necesitamos de ponentes para su puesta en marcha con el fin de elaborar recursos prácticos para su aplicación en el aula. Para encontrar ese ponente utilizamos los canales habituales del CTIF sin mucho éxito. De modo que se me ocurrió usar una de las comunidades virtuales de las que soy asiduo para pedir ayuda y colaboración e incluso me puse en contacto con un hangout con uno de los mentores de este mismo curso MOOC en el que ahora participamos. No sólo no me dirigió hacia ninguna persona en concreto sino que me contestó: Tú.
¡Cáspita!¡Lo último que me esperaba! Primero, me lo tomé como  una falta de respeto, luego como una "boutade". Pasado el susto, me lo tomé en serio. Diagnóstico: Incomunicación digital. Me di cuenta que había demasiado ruido en el canal para que se produjera comunicación. Ni mi interlocutor había entendido correctamente el contexto real de dónde surgía mi demanda. No era consciente de ese contexto contradictorio en que se produce específicamente la formación del profesorado de la educación pública en la Comunidad de Madrid: desaparición de los Centros de Formación del profesorado, disminución de la oferta formativa general y, más aún, de la específicamente válida para acreditar para el sexenio, empeoramiento de las condiciones de trabajo en los centros y el aumento de la insatisfacción y del desánimo del profesorado. Ni yo era consciente de que un profesor de universidad, mentor del INTEF, inmerso en la bandera de la ruptura con los modelos pedagógicos establecidos y residente en otra comunidad autónoma, no tenía otra respuesta posible que no fuera la autoformación y la extensión de la red formativa, incluso como forma de aceptación de la responsabilidad y el compromiso con otras formas de docencia.
                No obstante, su respuesta era inviable para nosotros por varios motivos. La primera de carácter ético. No es posible enseñar una nueva manera de trabajar por competencias (diseño, desarrollo de actividades y evaluación) si no es a través de una experiencia contrastada y exitosa, que no es el caso. Otra de carácter estratégico esta propuesta de formación no sólo va destinado a convencidos, sino a desafectos y descreídos por lo que es necesario que, desde el principio, se ofrezca como referencia ejemplos de funcionamiento en centros educativos externos y reales que sirvan como modelo para visualizar experiencias factibles de desarrollo de otras estrategias educativas en el aula. Desde luego, que no es el momento de profundizar sobre las razones de la reactividad de una parte del profesorado hacia propuestas didácticas no tradicionales, pero haberlas, las hay. Y, otra de carácter práctico, no se ajustaba a las condiciones de esa acción formativa en concreto.
Aceptado esto, me lo tomé como un reto personal. Tomé conciencia de dos hechos notables. Mi formación didáctica sobre estas técnicas de enseñanza-aprendizaje era autodidacta y carecía de método. Mi práctica docente con ellas era irregular, no siempre satisfactoria, profundamente individualista y, en ningún caso, modélica. Así que decidí plantearme la propuesta de autoformación a través del MOOC de Aprendizaje basado en proyectos. Desarrollado el ecuador del curso, he descubierto que si bien mi formación era más sólida de lo que creía no obstante el seguimiento de pautas claras y establecidas me han sido muy útiles.    He tomado clara conciencia de la necesidad de prever los problemas prácticos en el trabajo del aula. Con respecto al curso, dada la autoevaluación de la competencia digital que acabo de realizar podréis observar que no he tenido que dedicar apenas tiempo a explorar las aplicaciones que se requerían para determinadas tareas y actividades. Sin embargo, os aseguro que le he dedicado no sólo más de 40 horas a este curso sino incluso del doble y muchas más. De hecho, me debato ante la insatisfacción de dejar inacabadas las tareas e incluso de no desarrollar las ideas tal cual se me ocurren por falta de tiempo.
                Desde estas reflexiones, me planteo si somos realmente conscientes de que este tipo de formación solo es factible y accesible a una parte del profesorado, precisamente, la más entregada y comprometida con la actividad docente. Y que además, se nos pide un ejercicio de apostolado misionero fuera de las expectativas razonables de nuestros centros.

                Y, por si fuera poco, no puedo resistirme a dejar de reflexionar hasta qué punto esta tipo de formación online individual, pese a las comunidades virtuales y pese a las búsquedas de avales y socios, contrasta con la necesidad de partir de los grupos de trabajo de profesores estables en los centros, hasta qué punto es sólo una medida más que contribuye  a los ahorros de la administración educativa, hasta qué punto no contribuye a la desaparición del carácter de referencia e integrador de proyectos de INTEF ( Véase por ejemplo las sugerentes reflexiones de: INTEF: Disuélvanse y depongan las armas, Carta abierta a los responsables del INTEF), hasta qué punto no es un paso más en la estrategia de desprofesionalización del profesorado para cuya formación son necesarios más credos que pedagogías, un paso más en la estrategia de desprestigiar a un profesorado que para formarse necesita una multitud de requisitos inalcanzables para la mayoría, al tenor de lo que dice nuestro ministro y su pareja. Os pregunto si estamos creando una élite del profesorado autocomplaciente y autosatisfecha al margen de la realidad de nuestros centros y de la práctica educativa realmente posible. ¿Es posible que cierto vanguardismo elitista nos aleje de nuestra profesión? Y, sobre todo, ¿es posible que creemos una profesión a dos velocidades, donde se abandone a la intemperie profesional a la mayoría del oficio? 
Parafraseando a León Felipe:

No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para dar clase
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un profesor.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Lee todo en: ROMERO SÓLO - Poemas de León Felipe http://www.poemas-del-alma.com/leon-felipe-romero-solo.htm#ixzz30fjjOVdL



2 comentarios:

  1. Estoy totalmente de acuerdo con tu reflexión.Yo me encontré con la papeleta de que habían desaparecido más de la mitad de los cursos que ofertaban habitualmente en esta segunda convocatoria, amén de haber retrasado las fechas poniendo un anuncio que en breve se abriría la inscripción,falso también y aparte de haber cambiado el acceso,etc.LLegué a la misma conclusión la administración ahorra pero a costa nuestra.les mande mi opinión y lo único que me indicaron era la nueva forma de acceder a través de la página del ministerio "sospechoso", nada del INTEF, y nada sobre mis quejas.

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    1. La relaciones virtuales son muy satisfactorias para la administración. Cuando hay descontento, es fácil de obviar. Silencio. No es necesario dar la cara. La fragmentación del discurso, la tendencia a la incomunicación, el aislamiento y el individualismo propios de las nuevas tecnologías no son fáciles de contrarrestar. Por muchas redes sociales que les eches. La contestación tiene que seguir siendo la de siempre colectiva, comprometida, contundente y sonora. Para muestra, nuestro clavo.

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