La escuela

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viernes, 22 de enero de 2016

¿Qué necesita un centro educativo para montar un proyecto educativo potente?

Jordi Martí Docente desconcertado que intenta encontrar su lugar en un mundo que no entiende. O que prefiere no entender.


No voy a hablar de metodologías ni, tan sólo de certezas a la hora de elaborar un proyecto educativo que garantice el éxito escolar. Voy, simplemente, a enumerar los requisitos imprescindibles para llevar a cabo un proyecto educativo potente en un centro educativo sin garantizar la posibilidad que teniendo los requisitos pueda llegar a implementarse dicho proyecto. Eso sí, lo que tengo claro es que sin los requisitos que voy a listar a continuación se pueda cambiar nada respecto a lo que lleva haciéndose siempre en un centro educativo.
Fuente: Frato
Fuente: Frato
El primer requisito -y quizás el más básico- es que el centro tenga un equipo directivo que quiera cambiar las cosas y empezar a trabajar de otra manera. Sin un equipo directivo con ganas de pringarse y ayudar/apoyar al profesorado que va a intervenir en dicho proyecto ya lo dejaríamos por imposible. Y, aunque no lo parezca, el apoyo del equipo directivo es clave. Mucho más que cualquier decisión individual de un docente o un pequeño grupo de docentes.
Disponer de un número de docentes para poder realizar un pilotaje de ese proyecto. No, no debemos establecer un proyecto educativo único en los centros de forma abrupta. Debemos, en un primer momento, contar con un determinado grupo de docentes que, en un determinado curso, decidan trabajar de otra manera. Es imprescindible que dichos docentes formen parte de la plantilla definitiva del centro o se sepa que puede contarse con ellos por un determinado lapso de tiempo porque, dejar al albur de docentes que acaban de llegar a los centros el pilotaje de ese proyecto educativo ya garantiza un rotundo fracaso del mismo (y no por falta de competencia de los “nuevos”, más bien por la necesidad de contar con un período de tiempo más prolongado que un curso escolar para ir expandiendo el proyecto en caso que sea un éxito).
Otra cuestión es el tema de la organización. Aquí entra, por suerte o desgracia, la habilidad del equipo directivo y la personalidad del inspector que tenga asignado ese centro. Se debe establecer un marco de trabajo (un proyecto en condiciones alejado del copia y pega habitual) en el que participe el equipo directivo y los docentes implicados en el proyecto con el beneplácito de inspección educativa. Sí, trabajar de otra manera con un proyecto potente puede implicar tener que vadear el currículum para ofrecer bloques de trabajo que, quizás, no estén suficientemente validados por una lectura preceptiva de la normativa vigente en cuanto a reparto horario de las asignaturas, distribuciones horarias y modelos de evaluación. Así pues debemos contar, para ese cambio, con el permiso y la colaboración de los servicios de inspección.
Queda claro que no podemos llegar a ningún planteamiento de un proyecto que implique el cambio “de lo de siempre” para un determinado grupo de alumnos sin contar con los padres. Padres que, en un proyecto educativo de este calado deberían tener representación en todas las deliberaciones que se tomen. Sí, un proyecto educativo potente debe contar con la participación activa de los padres. ¿Posibilidades? Obligar a que los padres participen en las reuniones de coordinación del proyecto delegando dicha participación en el padre/madre que se haya elegido que transmitirá las deliberaciones y los cambios que, sobre la marcha puedan darse en el proyecto -así como su evolución- al resto de padres de los alumnos que participen en él. Por cierto, en caso de ser la experiencia piloto se debe disponer de la posibilidad que los padres puedan optar libremente entre elegir para sus hijos el modelo de siempre o la participación, siempre voluntaria, en este nuevo proyecto.
Y, finalmente, aunque no menos importante, queda clara la necesidad de contar con unas infraestructuras adecuadas para el proyecto planteado. No hablamos de mayor o menor profusión de cachivaches tecnológicos (porque, un proyecto educativo, no tiene ninguna necesidad de ser un proyecto altamente tecnológico) pero sí de las herramientas, distribución de aulas y espacios de trabajo, necesarios para poder llevar ese pilotaje a cabo.
Ya habéis visto que en ningún momento he hablado de un desembarco global de un proyecto educativo de centro y sí de un pilotaje reducido. Ello es debido a que, quizás, no es tan maravilloso hacer un desembarco abrupto de proyectos de centro y sí una propuesta que, en caso de errores en su planteamiento y ejecución, puedan solucionarse los mismos antes de ser aplicado de forma global en el centro sin demasiadas complicaciones.
¿En verdad no contamos con los requisitos mínimos para llevar a cabo un pilotaje para cambiar las cosas en nuestros centros educativos? ¿Tan mal estamos para, como mínimo, no intentarlo? Yo, sinceramente, no quiero jubilarme -y aún me queda bastante para ello- sin participar en un proyecto educativo que permita hacer las cosas de otra manera y haga recuperar la ilusión de alumnos, docentes y padres en nuestro sistema educativo.

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